sábado, 3 de octubre de 2009

Palmas vacías, miradas esquivas


No se trata de ser redundantes y hablar de manera reiterativa de una cuestión que en sí misma debería de llenar diaria y machaconamente los medios informativos locales si dependiese de nosotros. Y no, no hablamos de la apertura de El Corte Inglés o de si la U.D.S. Salamanca tiene opciones de ascender a primera división. Nos referimos al número cada vez más alto de personas que se han visto abocadas a pedir en las calles, compatriotas nuestros todos, a tener que alzar sus manos vacías y pedir por caridad una moneda.

Miles de personas, seres anónimos y designados bajo un código de barras infinito, pasan diariamente por delante de ellos y pocos tan siquiera se molestan a mirarles a los ojos y no digamos ya a darles algún tipo de consuelo (tanto material como humano). Y esto hiere más si cabe si alrededor les rodea el bullicio de las tiendas y de las personas ávidas e insaciables siempre por consumir. <<¿El vecino? ¡Qué más da! Mientras yo tenga mi dinerito y no afecte a los “míos”>>. Ésta podría ser la máxima de cualquier salmantino y/o español. Semejantes valores, si de algún modo se puede definir a ese desierto de principios en el que nos han convertido, son lo que priman en nuestra sociedad hedonista y capitalista, en una sociedad que se dice la más avanzada y rica en su Historia. Tal vez rica, materialmente hablando, pero la más pobre y carente de valores. Salgan a la calle y aprécienlo ustedes mismos.




Una instantánea para no borrar al respecto: un grupo nutrido de suramericanos, nuevos “españoles” de DNI, pasan delante de una persona solicitando una moneda. Giran la cabeza a otro lado… miran e ignoran como lo hace cualquier españolito de la calle. En cierto modo a ellos les entiendo, sus lazos, sus vínculos, con éstos no existen, pero los nuestros son visibles. ¡Claro que lo son aunque los políticos y mercachifles que les acompañan digan que todos somos iguales! Pero el dinero y la insolidaridad han demostrado que nos convierte a todos iguales... Verdad, igual de miserables y egoístas.

¿Qué hacer cuando uno no cuenta con un trabajo, cuando todos los subsidios han sido agotados y el Estado se limpia las manos? Pocas opciones restan entonces. Ahora, además, existe la prioridad, el racismo ‘positivo’ afirman. Es decir, para asociaciones benéficas y administración, los más delicados y sensibles son los grupos minoritarios. Los “otros”, los de aquí, que se las arreglen por su cuenta. No cabe duda que la calle no entiende de razas. Pero tanto que les gusta hablar de “minorías” -eufemismo cuando hablamos ya de más de cinco millones de extranjeros- digamos nosotros entonces que el 100 % de las personas que se encuentran en las calles, necesitadas, son españoles. Vayan a la Plaza Mayor, vayan al Paseo Canalejas, a la Rúa, a los Bandos y comprobarán ustedes mismos si mentimos. Y lo más triste es que cada vez son más los casos.

¿Soluciones? Con el dinero que se dedica en Salamanca a tantas chorradas y vulgaridades rápidamente podríamos solventar los problemas más básicos. Pero no es solamente un problema de fondos, es un problema de principios. Una sociedad orgánica estaría ahora mismo en la calle ocupando las viviendas vacías, clausurando bancos y convirtiéndolos en bibliotecas, abriendo más institutos científicos y centros de salud, comedores públicos y hospitales… pero en la “Matrix” actual esto es una entelequia. Pero si hay necesidad y ganas de cambiar las cosas… todo es proponérselo.


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