Ya estamos en verano… todo sigue igual

Además de un radiante sol, calles repletas de turistas y de unas jornadas culturales dignas de disfrutar estos días -las Noches de Fonseca y Florilegio Musical Salmantino, junto a las exposiciones de Man Ray, Mucha y Ansede- Salamanca muestra su cara más auténtica, más real y, ¿por qué no?, más triste y solitaria. “Triste y llorosa queda la Universidad”, por ende Salamanca, cantan aún los tunos por la ciudad cuando marchan todos los estudiantes y solamente quedamos un puñado de jóvenes y muchos, muchos ancianos. Esta soledad permite apreciar una realidad que algunos, testarudos ellos, niegan una y otra vez: que Salamanca es una ciudad volcada casi en exclusiva al sector servicios y al turismo, y que si no fuera por la Universidad y el patrimonio artístico que esconde esta urbe, muchos no sabrían localizarnos en el mapa de la Península.

Estamos cansados de que no haya trabajo decente, que solamente -los que optemos por quedarnos a vivir aquí-, podamos elegir entre trabajar en bares, centros comerciales o en la Administración. Aburridos de tener que emigrar para poder encontrar un puesto que se adecúe a la formación recibida. Hartos de ver salir los mejores cerebros, formados en la institución académica universitaria, al no poder ofrecerles salida laboral alguna en nuestra tierra. La cortedad de miras de unos gobernantes volcados en el “pan para hoy, hambre para mañana”, es decir, turismo y más turismo, omitiendo el potencial científico e investigador que tenemos en nuestras manos con los centros universitarios, está haciendo cada vez más mella en nuestra moral y conciencia. Solamente hay que darse un paseo por cualquier calle, ajena al centro, para comprobarlo. Y mientras miles de salmantinos marchan a la costa en busca de trabajos más renumerados, principalmente en el sector hostelero en época estival, otros no paran de rebuznarnos que no queremos trabajos que tienen que realizar los de fuera (así se excusan). Se dice pronto.